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Édouard Manet rompió las convenciones artísticas con su obra «Olympia» en 1863. Al retratar a una prostituta con la dignidad y la postura de una diosa griega, Manet no solo desafió las normas artísticas de su tiempo, sino también las sociales. La pintura muestra a Olympia recostada sobre una cama blanca, con un telón verde de fondo, un gato negro a sus pies y una sirvienta ofreciéndole flores.
El uso de la luz y la sombra, así como la precisión en los detalles, demuestran la maestría de Manet. Olympia, con su mirada desafiante y su postura altanera, contrasta con la actitud asustada de la sirvienta y el gato. Esta obra generó una ola de críticas, pero también destacó la habilidad de Manet para capturar la naturalidad y la osadía.
Hoy, «Olympia» es considerada una obra maestra del impresionismo y se exhibe en el Museo de Orsay en París. Manet, incomprendido en su época, es ahora reconocido como uno de los grandes artistas que redefinieron el arte del siglo XIX.